CETA. ¿Qué dicen los canadienses?

El CETA es un Tratado de Libre Comercio que se está cociendo entre la Unión Europea y Canadá. Se ha definido como la puerta trasera del más conocido TTIP (El tratado entre la Unión Europea y EE.UU.). La mayoría de los medios de comunicación nos han querido trasladar que el TTIP está congelado y precisamente han aprovechado la coyuntura para imponernos un CETA con un historial aún menos  transparente si cabe que la del TTIP.

Nuestros compañeros canadienses tienen mucho que decir sobre el CETA ahora que se cumplen 25 años de la terrible experiencia del NAFTA (Tratado de Libre Comercio entre México, EE.UU. y Canadá). Mencionaremos un par de puntos de los muchos que subraya la canadiense Maude Barlow ex miembro de la Organización de las Naciones Unidas. Por un lado, las deudas de las familias que han subido a niveles históricos y por otro lado, las tremendas ganancias de las grandes empresas junto con el paralelo ascenso de los sueldos de sus directores. Por supuesto, teniendo en cuenta que los ingresos de las familias no han subido.

En el informe de TTIP que la CEOE (Confederación Española de Organizaciones Empresariales), Instituto de Estudios Económicos de España y la Cámara de Comercio publicaron en octubre de 2015, se augura una subida del consumo privado del 0,98% y un escaso 0,72% el sueldo de los trabajadores. Pese a que el informe sea sobre el TTIP, resulta también aplicable al CETA ya que el NAFTA vincula a EE.UU. y Canadá de forma que será suficiente que la empresa de EE.UU. cuente con una oficina en Canadá para alcanzar los objetivos del TTIP. Por lo tanto, según este trabajo de investigación, el tratado implicaría un endeudamiento al igual que ha ocurrido en Canadá. Por último, el informe dice que la agricultura empeorará; también empeoró con el NAFTA y es obvio que sufriría daños desbastadores también con el CETA.
 
Acercándonos a casa, se debe subrayar que los descensos salariales no son novedad en nuestra realidad y que de hecho, las cifras pueden empeorar. Es sabido y aceptado que la materia ni se crea ni se destruye, sino que se transforma, y por lo tanto, para que las grandes empresas aumenten sus ingresos económicas, los contribuyentes de a pie tenemos que bajar los nuestros. Basta ver los datos sobre la subida de la pobreza del último informe publicado por Elkartzen: 8 personas acumulan tanta riqueza como 3.600 millones de personas, es decir, tanto como la mitad de la población del mundo, mientras que en el año 2010 se requerían 388 personas para conseguir esa cantidad. Además, pese a que muchos ciudadanos padecen las consecuencias de la pobreza, las mujeres son las que tienen que soportar la mayor parte. Así pues, el CETA es una alfombra roja para las multinacionales y el camino para hacer lo que quieren sin ningún impedimento, dándole vía libre al aumento de la pobreza.

Por ejemplo, la empresa Edgewater de Canadá amenazó al Gobierno de España en 2015 con recurrir a los tribunales de arbitraje privados. Parece ser que la empresa tuvo discusiones entorno a una mina de oro en Galicia  y que con el tema aún abierto, el CETA supondría facilitar enormemente los trámites para conseguir una indemnización millonaria por parte del gobierno Español. Es decir, el pueblo tiene que poner dinero de su bolsillo y pagar a la empresa porque la explotación de la mina no le ha salido como quería o pretendía.

Tanto Canadá como algunos gobiernos de la UE (España encabeza la lista) tienen cantidad de tribunales privados parecidos a los mencionado sobre la mesa, algunos incluso ya perdidos (Canadá ha tenido que pagar 117,5 millones de dólares a las grandes corporaciones). Se pretende situar a estos tribunales privados (los llamados ISDS primero y ahora ICS) por encima de los tribunales de justicia de los países o comunidad internacional, convirtiéndose en verdugos de los derechos humanos y la ecología.

Ante esta situación, no nos podemos dejar utilizar como títeres y estamos obligados a romper las cuerdas. El CETA, pese a ser aceptado en el Parlamento Europeo y en vigor provisionalmente, aún tiene que ser ratificado en tantos Parlamentos regionales y nacionales de Europa. Por lo tanto, aún podemos detenerlo y no dejar a unos pocos hacer lo que quieren en perjuicio de la mayoría. Se va a votar el CETA en el Congreso de España y como pueblo debemos reaccionar. Con ese objetivo, debemos unirnos a las movilizaciones del sábado 3 de junio; en la concentración que realizaremos en la Plaza Gipuzkoa de Donostia a las 13: 00h, en la kalejira que se realizará partiendo desde Sagrado Corazón de Bilbao a las 12:30h y en tantas otras movilizaciones que se convocarán para exigir a los partidos políticos que tenemos en Euskal Herria con asiento en el congreso que voten NO al CETA.

Amagoia Eskudero Larrañaga y Ana Gorostidi Pagola
Participantes en la campaña contra el TTIP / CETA

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