El Impuesto sobre la Riqueza de Gipuzkoa: silencios y argumentos

Hush!Isidro Esnaola Herrero. Director general de Servicios y Educación Tributaria de la Diputación Foral de Gipuzkoa.- Resultó bastante sorprendente el poco debate que en su momento trajo consigo la presentación del Impuesto sobre la Riqueza y las Grandes Fortunas en Gipuzkoa; ahora, sin embargo, llama la atención la gran cantidad de aspavientos que provoca. Además, llegan como por oleadas: a un largo silencio sigue una acumulación de declaraciones y afirmaciones críticas, cuando no totalmente despectivas sobre ese impuesto. Por ese modo de aparición se diría que obedecen a cierto impulso político.

Haya o no impulso político tras esas declaraciones, lo cierto es que los argumentos que se utiliza para atacar al Impuesto sobre la Riqueza se repiten una y otra vez, aunque la argumentación resultante no parezca muy consistente. Eso tampoco es lo importante cuando el objetivo es lograr aquello que fue enunciado por Thomas en su ya famoso teorema: «si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias».  
 
Las razones pragmáticas

A falta de datos en los que basar su argumentación, el principal recurso que utilizan para intentar fabricar esa realidad –la fuga de contribuyentes de Gipuzkoa–, es el atribuir declaraciones a ciertas personas, reales o inventadas lo mismo da. Así, para poner en cuestión que el Impuesto sobre la Riqueza contabilice como una parte del patrimonio de las personas las participaciones empresariales que éstas poseen, aunque esas participaciones tengan luego una bonificación del 75%, se ayudan de testimonios del tipo «Si lo llego a saber me gasto los beneficios en comprar una casa, en vez de reinvertirlos en la compañía. Ahora me penalizan por hacerlo». Pues bien, en ese caso, si esa persona los hubiera invertido en una casa, a la hora de calcular el impuesto habría tenido que computar el valor de la casa completo, sin ningún tipo de rebaja; como lo ha invertido en su empresa, solo contará el 25% del valor de esa hipotética inversión, lo que, se mire como se mire, supone una rebaja considerable; y además, un incentivo a la inversión en empresas.

Por otro lado, resulta bastante curioso que nadie se fije en la desigualdad que supone que una persona tenga una empresa y que no se contabilice su valor a la hora de calcular el impuesto, y sin embargo, otra persona con ese mismo capital, invertido en una sociedad anónima, por poner un ejemplo una que construya trenes, tenga que contabilizar el 100% de su inversión en el impuesto. ¿Por qué una de las personas debe tenerla en cuenta y la otra no? ¿Es qué ambas inversiones no crean riqueza y empleo? ¿No arriesgan ambas personas su capital? Bien es cierto que en el caso de la empresa familiar la dedicación que exige la inversión y el riesgo que asume el inversor suele ser mayor. En esas condiciones parece razonable que esa singularidad de la empresa familiar diera lugar a una cierta bonificación y esa ha sido la razón por la que la participación de la primera se ha bonificado con el 75% con respecto a la segunda.

Los impuestos no son un castigo sino un medio para que las personas realicen una contribución al bien común de acuerdo con su capacidad económica.

El otro gran fantasma que están agitando es el de la pérdida de inversiones y el traslado fuera del territorio de las empresas. La verdad es que no se entiende muy bien por qué. El impuesto sobre la Riqueza, de la misma manera que el impuesto sobre el Patrimonio de otras haciendas, grava la totalidad de la riqueza, «...independientemente del territorio en el que radique». En esas circunstancias ¿qué sentido tiene decir que se van a trasladar las empresas o las inversiones? Desde el punto de vista del Impuesto sobre la Riqueza contarán igual, tanto si las inversiones se han hecho aquí, como si se han hecho en cualquier otro lugar del mundo.

Este tipo de razones que con tanto desparpajo aparecen aquí y allá resultan manifiestamente falsas. Solo cabe pensar que las personas que los repiten una y otra vez no se dan cuenta de lo que realmente están diciendo, presa de sus prejuicios ideológicos, que como si fueran gafas coloreadas solo les permiten ver uno de los colores que pintan nuestro entorno. En otro caso, tendríamos que pensar que se trata de un ejercicio poco sutil para pasar de nociones preconcebidas a conclusiones predeterminadas.

A los argumentos de tipo pragmático arriba reseñados a veces se añade un último razonamiento: ¿Para qué mantener un impuesto que recauda solamente poco más del 1% del total de la recaudación de Gipuzkoa? Dejando la coletilla en el aire: ¡ya son ganas de enredar! Lo que nos lleva a dar la vuelta a la cuestión y preguntarnos ¿Por qué, entonces, tanto jaleo si se trata de un impuesto tan insignificante? Porque se trata de una pequeña aportación, pero que hacen las personas que más medios económicos poseen. Esa pequeña contribución sirve, entre otras cosas, para mantener el gasto social en época de crisis que, además, resulta que es el que mayor retorno produce en términos de riqueza y empleo, tal y como dejo claro un informe encargado a la UPV-EHU por el anterior gobierno foral.

Los juicios de valor

A la hora de atacar el Impuesto sobre la Riqueza de Gipuzkoa todas las armas parecen pocas y así entre argumento y argumento se van dejando caer juicios de valor. Entre ellos destaca por ejemplo aquello de que es un «impuesto que penaliza». Penalizar significa imponer un castigo y los impuestos no son un castigo sino un medio para que las personas realicen una contribución al bien común de acuerdo con su capacidad económica. Siguiendo en ese ámbito, otras de las valoraciones que más se repiten son las del estilo «supone desincentivar la inversión» o que «los empresarios se sienten perseguidos». Cada persona experimenta a su manera las sensaciones que le produce el medio en el que se mueve, pero no hay ninguna razón para sentirse perseguido cuando las reglas son claras y cuando se aplican del mismo modo a todas las personas. En esa coyuntura concreta, desde luego, no cabe hablar de persecución.

Sin datos que corroboren una situación que dan por extendida, la huída de contribuyentes de Gipuzkoa, unos pocos medios de comunicación, algún que otro bufete de abogados y la patronal no dudan en empeñar su palabra y, en consecuencia, su credibilidad en ese intento de crear una realidad ficticia

En cualquier caso, con este nuevo impuesto la contribución estará bastante más en consonancia con la riqueza poseída y no con otras circunstancias, que además permitían eso que eufemísticamente se llama «planificaciones fiscales agresivas» y que traducido al lenguaje común sería la elusión de impuestos y en algún caso directamente el fraude fiscal. Por lo tanto, esos juicios de valor poco aportan a una valoración sosegada del impuesto.

El argumento de autoridad

El último recurso para afianzar las tesis de los contrarios al Impuesto sobre la Riqueza que se está utilizando es el argumento de autoridad. Sin datos que corroboren una situación que dan por extendida, la huída de contribuyentes de Gipuzkoa, unos pocos medios de comunicación, algún que otro bufete de abogados y la patronal no dudan en empeñar su palabra y, en consecuencia, su credibilidad en ese intento de crear una realidad ficticia, no tanto por acomodar la realidad a sus pretensiones, sino por los efectos que produciría la extensión de esa percepción, que se podrían sintetizar en uno: desgaste del Gobierno Foral.

Con este nuevo impuesto la contribución estará bastante más en consonancia con la riqueza poseída y no con otras circunstancias, que además permitían eso que eufemísticamente se llama «planificaciones fiscales agresivas» y que traducido al lenguaje común sería la elusión de impuestos y en algún caso directamente el fraude fiscal.

Tal vez para algunas personas el argumento de autoridad tenga peso, pero resulta mucho más democrático fomentar el debate sobre datos contrastables y razones de índole más objetiva. En ese sentido, visto el gran interés que ha levantado el Impuesto sobre la Riqueza y las Grandes Fortunas de Gipuzkoa y en aras a promover el debate sobre esta cuestión, el departamento de Hacienda y Finanzas en colaboración con la UPV-EHU, Oxfam Intermon y Rosa Luxemburg Fundation ha organizado un curso de verano en el que se tratarán estos y otros temas relacionados con la tributación de la riqueza en estos tiempos de austeridad y recortes y al que invitamos a participar a todas aquellas personas interesadas, máxime ahora que todavía está abierta la matrícula del curso.

Extraído de: http://www.gipuzkoa.eus

Ver estadísticas del Impuesto sobre la riqueza y las grandes fortunas (Patrimonio)

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