Abotsanitz.- Aprovechando que, como el resto del año, aún tenemos tiempo para hablar con sensatez y sosiego, antes de lo habitual, queremos compartir con la ciudadanía hondarribitarra nuestra reflexión sobre el alarde. La experiencia de los dos últimos años en el gobierno municipal nos ha ayudado a conocer mejor la evolución del Alarde, así como profundizar en las reivindicaciones y vivencias que lo rodean.
En nuestro pueblo, durante las últimas décadas ha predominado el interés privado sobre el interés general. Las conveniencias urbanísticas y económicas han alterado sensiblemente el carácter y el diseño de la ciudad. Los oficios que moldeaban nuestra personalidad han ido desapareciendo y el notable aumento de la población ha roto el vínculo generacional. Se han enfriado las relaciones de calle y en los sitios donde éramos vecinas y vecinos, somos ahora personas “extrañas”, como si hubiéramos dejado de ser parte de algo mayor. Si queremos un pueblo vivo, es imprescindible fortalecer y ampliar las relaciones entre las diferentes generaciones y entre los diferentes barrios. En solitario vamos más rápido, pero juntas y juntos llegaremos más lejos.
En el caso del Alarde, ante esa pérdida de identidad no hemos acertado. En lugar de fortalecer la comunidad encauzando la participación de las mujeres, durante largos años hemos respondido con la fragmentación. Pero el desasosiego no ha desaparecido: la división no es el camino.
La tradición es inseparable de la cohesión, como la cohesión lo es de la memoria colectiva. El Alarde, patrimonio que defendemos, es decisivo a la hora de unir estos tres conceptos.
Pero defender la cultura y la tradición no está reñido con su adaptación a los tiempos. Los cambios se convierten en tradición con el paso del tiempo. Si el Alarde ha pervivido a través de los siglos no ha sido por una visión estricta, sino porque ha sabido responder a situaciones y necesidades diversas. El Alarde no es una forma de pensar; es un rito que refleja la sociedad de una época. En este sentido, la participación de la mujer enriquece el Alarde. Como sociedad, sería la señal de que hemos avanzado.
Lo acontecido el año pasado en Gernikako Arbola provocó malestar y tristeza en la ciudadanía y en la tropa.
Pero ese lugar podría simbolizar, visto desde el amor, un punto de encuentro para la esperanza, la liberación y la convivencia. Es el momento de la valentía y la generosidad. Hondarribia es un pueblo fuerte y orgulloso que por encima de todo quiere vivir. Y la clave de esa fuerza, el mayor patrimonio del pueblo somos las personas; mujeres y hombres, cada compañía, cada soldado, todas y todos somos importantes para hacer el camino sin temor.
El Alarde nos une. El Alarde es familia; amistad, recuerdo, barrio, patrimonio, tradición, celebración, igualdad, cohesión. El Alarde es pueblo. Por eso, pensando en su organización, creemos que el Ayuntamiento de Hondarribia y todos los demás agentes del Alarde deben unirse. Todos somos necesarios para garantizar un futuro prometedor al Alarde Por nuestra parte, seguiremos trabajando por mantener viva la tradición y en favor de un Alarde popular que proteja los derechos y oportunidades de toda la ciudadanía.