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Iker Eizagirre Zufiaurre. Miembro de “Bor-Bor Hausnarketa Kolektiborako Plaza”.- Soy nacido en Irun, y desde que tengo memoria he escuchado la siguiente “verdad”: los republicanos, concretamente los anarquistas, prendieron fuego a Irun el 4 de septiembre de 1936. Los republicanos iruneses resistieron durante meses la ofensiva que llegaba desde Navarra, pero, tras perder la batalla decisiva de San Marcial, tuvieron que huir hacia Hendaia.
Antes de exiliarse, los milicianos, por venganza o para que los franquistas no pudieran usar la ciudad a su favor, prendieron fuego a todo, provocando una devastación enorme. En resumen: “los anarquistas destruyeron el Irun de la belle époque” ha sido, hasta ahora, la verdad oficial que ha imperado en mi memoria, y diría que también sobre la ciudad del Bidasoa.
Dicha interpretación ha sido confirmada por personas historiadoras. Y si lo dicen los libros, ¿cómo no va a creerlo el ciudadano común?
Izquierdo, en su “Irun. Pequeña monografía de un pueblo del Bidasoa” (1970), afirma: “ante la imposibilidad de defender el pueblo, el 4 de septiembre de 1936, grupos de milicianos rojos lo incendian y huyen a Francia. La ciudad lentamente se consume…”.
Puche, en “Irun. Hogei mendeko historia” (2001), obra además respaldada por el Ayuntamiento de Irun, describe el suceso así: “los últimos hombres de las milicias republicanas, viendo que era imposible defender la ciudad, la incendiaron antes de emprender la huida”. Puche no debía saber, al parecer, que muchas mujeres también participaron como milicianas en la defensa de Irun, además de Kaxilda.
Lourdes Odriozola y Sagrario Arrizabalaga publicaron “Historia de Irun” en 2014. Presentaron el libro acompañadas del respetadísimo alcalde Santano, confiriendo así al volumen el carácter de manual de historia oficial de la ciudad, el definitivo. No en vano, Sagrario Arrizabalaga es responsable del archivo municipal de Irun, en el campo que nos ocupa, es una autoridad. En el libro las historiadoras escriben lo siguiente: “Aun sin restar importancia a los daños ocasionados por las bombas de los cañones, aviones y barcos (los acorazados “España” y “Cervera”) de los atacantes, todo apunta a que fueron los afines a la causa republicana quienes lo provocaron, aplicando la política de ‘tierra quemada’ de manera sistemática: el procedimiento principal consistía en apilar enseres al pie de las escaleras, rociarlos con gasolina y prenderles fuego”.
Mertxe Tranche, autora rigurosa y valiente, escribe lo siguiente en su magnífica obra “Historia de las mujeres de Irun (1931-1992)” (2011): “en un incendio selectivo, que deja al margen los edificios públicos y las zonas populares, los anarquistas arrasan el Paseo Colón y las calles Cipriano Larrañaga, Berrotarán, Fueros, Iglesia, Avenida Gipuzkoa, Calle Fuenterrabía, Aduana… Durante días, Irun arde, y gran parte de sus habitantes observan consternados desde Hendaia la pérdida de la vida que habían conocido”.
Buscando otra referencia, consulté el clásico de Luis de Uranzu, “Lo que el río vio” (1975), y me sorprendió comprobar que no menciona nada sobre el incendio. Cuando habla de guerra, se detiene en las segundas guerras carlistas. Luis de Uranzu murió en 1968, por lo que mantuvo contacto directo con quienes vivieron la guerra de primera mano. Quizá por eso conocía las verdades que yacían bajo las versiones oficiales, los rumores del pueblo, y ante la imposibilidad de darles forma escrita, prefirió no escribir nada. Quién sabe, no soy historiador, y menos aún historiador de historiadores.
Pero, ¿por qué digo todo esto?
Entendido. Mantengo el sentido, el tono y el registro, y evito el masculino genérico. Uso expresiones como las personas historiadoras, las milicias, las defensas, las personas responsables, etc.
La ofensiva fascista contra Irun: 33 bombardeos, 40 toneladas de bombas y un mínimo de 800 proyectiles
Hace poco se cumplieron 89 años desde que las fuerzas franquistas rompieron la resistencia en Irun y la ciudad sufrió un incendio devastador. Gracias a las asociaciones de memoria de Irun, entre otras Kepa Ordoki, se han celebrado jornadas para abordar estos hechos. En la última sesión intervino Xabier Irujo, historiador. No nació en Irun, sino en el exilio, en Caracas, y actualmente dirige el Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada, en Reno. Es, por tanto, una persona historiadora reconocida.
Al ser “de fuera”, lo dijo sin rodeos, respaldado por abundante documentación: la quema de Irun no fue realizada por personas republicanas. Al contrario: en apenas un mes, Irun sufrió 33 bombardeos; las fuerzas sublevadas lanzaron 40 toneladas de bombas contra la ciudad, y al menos 800 proyectiles. Además, emplearon distintos tipos de aviones, incluidos italianos. Dada la tecnología limitada de la época, era imposible realizar bombardeos selectivos (es decir, golpear solo el objetivo deseado), por lo que el bombardeo fue indiscriminado, contra la ciudad, contra la población civil. En algunos de esos ataques, los derechistas utilizaron por primera vez bombas incendiarias, las mismas que después serían arrojadas sobre Gernika. Las bombas incendiarias, como es sabido, se emplean para provocar incendios y devastación masiva. Para comprender el tamaño de la ofensiva fascista contra Irun, Irujo aportó este dato: solo el 2 de septiembre, cuando Irun ya resistía con dificultad, las fuerzas franquistas lanzaron un mínimo de 7.000 kg de bombas sobre la ciudad, utilizando al menos nueve aviones. Irujo solo afirma lo que está documentado, de ahí que siempre hable de “mínimos” en cada cifra.
¿Cómo sabe todo esto? Mostró abundante documentación, pero una fue decisiva: los servicios secretos británicos, el MI6, lograron interceptar las comunicaciones italianas en agosto. Así, aunque no lo reconocieron entonces, Londres conocía todos los bombardeos, y conservó sus registros. Además, Irujo mostró noticias anteriores al 5 de septiembre, antes de que las personas republicanas se retiraran: en una de ellas, un periódico francés afirmaba: “Irun es un gran incendio”.
Después intervino Koldo Salinas, de Kepa Ordoki, aportando numerosas pruebas en la misma dirección: fotografías, testimonios de milicias e internacionalistas que combatieron en Irun, memorias de varias personas participantes… “Irun fue bombardeada, destruida y quemada; y aunque haya diferencias, debemos entender Irun dentro de la misma lista que Gernika, Durango o Eibar”, afirmó. ¿Cómo es posible que hayamos creído lo contrario, habiendo tantas pruebas?
Cuando el tiempo parecía agotarse, el responsable municipal de Memoria, Gorka Álvarez (PNV), que había dinamizado la sesión, lanzó: “tenemos que ir terminando… ¿alguien quiere hacer alguna pregunta más?”. Yo no podía salir de mi asombro; se estaba desmontando la versión oficial sobre la quema de Irun: ¡¿cómo no vamos a decir algo?! Pero me callé, al igual que el resto de personas de la sala.
Llegados a este punto… ¿cómo es posible que, existiendo pruebas tan claras, el mito negro anti-republicano siga siendo dominante en Irun, y que las instituciones no hayan realizado ningún trabajo serio de reparación?
Es hora de actuar con la verdad, Ayuntamiento
Salí de la charla contento y esperanzado, porque vi que, pese a las dificultades, muchas personas en Irun trabajan colectivamente por una memoria justa. Pero también sentí rabia. Porque sin el trabajo inmenso de las asociaciones de memoria, la desmemoria franquista seguiría intacta. Mantendríamos como cierta la mentira: que Irun fue quemada por la izquierda.
Considero gravísima la dejadez institucional respecto a un hecho clave en la comprensión de nuestra ciudad. Para empezar, porque la versión oficial repetida hasta hoy es una falsedad instaurada por el franquismo. Y más grave aún: porque desprecia a quienes defendieron heroicamente Irun. En lugar de reconocimiento, esculturas, calles o memoria viva, se lanzó sobre las antifascistas la sospecha de haber quemado la ciudad. Al mismo tiempo, se han blanqueado las responsabilidades de quienes sí cometieron el crimen, así como las de sus herederos políticos de hoy. Y en nuestra ciudad, por desgracia, hay muchas personas que deben su posición social al saqueo y la muerte del franquismo.
Es grave también que se nos haya tomado por ingenuas: lo que repetimos es propaganda de guerra difundida por prensa franquista. Y aún hoy, contamos esa mentira a nuestras hijas e hijos. Es vergonzoso.
Además, la memoria histórica no es pasado: es parte central de nuestra conciencia colectiva presente. Es desde la memoria desde donde proyectamos futuro. La leyenda negra sobre las anarquistas se ha utilizado para atacar a la izquierda (“las izquierdas y anarquistas son violentas, solo hay que ver el Irun del 36”), mientras se blanqueaban responsabilidades de la derecha, ayer franquista y hoy postfranquista. Eso impide la reparación. Y eso tiene consecuencias hoy: el origen de muchas fortunas locales está en las confiscaciones de 1939, y el de muchas miserias también.
Y, por último, es gravísimo que en una ciudad gobernada desde 1983 por el Partido Socialista no se haya hecho un trabajo serio sobre esto. Esa dejadez municipal ha permitido la supervivencia del mito negro. El Ayuntamiento ha preferido la falsa neutralidad: “todas las guerras son malas, qué desgracia, hermanos contra hermanos”. Ha evitado hablar de responsabilidades y causas. Y ha insistido en expresiones vacías como “días negros”. Ahí está el comunicado municipal del 75 aniversario del incendio, aprobado en pleno municipal (sin el apoyo de Bildu): una apelación al “espíritu de convivencia” sin nombrar ni a las agresoras ni a las víctimas. Así reza el citado texto municipal:
“El impulso humano que siempre ha caracterizado a nuestros ciudadanos logró con el tiempo, a base de grandes esfuerzos, difuminar la terrible huella de aquellos negros días (...) a pesar de las dificultades y de la atroz herencia que había dejado la guerra en forma de dictadura, (irundarrek) consiguieron restaurar la convivencia en un nuevo régimen de libertad y democracia (...) viven aún entre nosotros muchos testigos directos de aquella catástrofe y de los difíciles años de la posguerra que la sucedieron, personas que saben mucho de la necesidad de entendimiento y que, cada una a su manera, han hecho posible que la ciudad sea hoy lo que es. Con todos ellos Irun tiene una deuda moral”. (foroporlamemoria.info)
Temo que el PSE-EE de Irun perciba este tema como problemático o contraproducente. No lo entiendo, porque el socialismo irunés tuvo un papel fundamental en la defensa republicana. Ahí está la figura de Florencio Iratxeta, socialista irunés asesinado por los franquistas.
En cualquier caso, para el bien de toda la ciudadanía irundarra y de nuestro patrimonio común, conviene que los socialistas de Irun se sacudan sus complejos: es hora de reconocer a quienes defendieron esta ciudad, de dar nombre y memoria a sus descendencias y de recuperar la defensa heroica que esta ciudad realizó. No solo para Irun, también para la construcción justa de la memoria histórica en Euskal Herria.
Hoy que contamos con pruebas claras sobre la quema de Irun, el Ayuntamiento no puede seguir mirando hacia otro lado.
Quizá, cuando se inaugure en la Plaza Zabaltza una escultura, digna, en homenaje a las milicianas y gudaris que cayeron en la defensa de Irun, en presencia de sus familias y frente a quienes fueron sus verdugos, entonces, acaso, muchas personas empezaremos, por fin, a sentirnos orgullosas de ser irunesas.
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