Carta abierta al alcalde
Señor Santano, Me dirijo a usted en castellano porque dudo mucho de que si lo hiciera en euskera me fuera a entender, y eso pese a que, como usted sabe, esa lengua es co-oficial en nuestro país y pese a que usted es nada menos que el alcalde de Irun. Mientras que cualquiera de los funcionarios de su administración ha tenido que demostrar unos conocimientos mínimos de esa lengua para acceder a su puesto de trabajo usted lleva ya unos cuantos lustros ejerciendo de alcalde con un nivel de ignorancia inconcebible.
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Cuando era niño, el repartidor de leche pasaba cada mañana por mi casa en su cuatro latas azul. Él mismo era quien había ordeñado a la vaca. Mi madre compraba leche directamente del productor, y era algo de lo mas normal. Recuerdo las marmitas plateadas donde iba y venía la leche cada mañana, golpeándose las unas con las otras en el maletero del cuatro latas. A mi hermano nunca le gusto la leche, a no ser que tuviese una tonelada y media de colacao. Tampoco podía probar las vainas. Esas vainas que nos preparaba mi madre, crujían y sabían a huerta. Pero mi madre no compraba a un casero ni nada de eso. Mi madre compraba en la tienda de abajo. Cuando llegó eso que se llamó globalización, sin darnos cuenta todos los vegetales empezaron a perder sabor. Igual fue la ciudad que se volvió laberinto y por sus pasillos se nos perdió en sentido del gusto. Así los vegetales y su sabor, se nos perdieron por la ciudad.